Resulta muy interesante entrar en los templos, para lo cual hay que sacarse los zapatos, y asistir a sus ritos con música de fondo. Gentiles, ofrecen su arroz ritual cuando ven a un visitante interesado y preguntón, y no corresponde rechazar ese arroz naranja y de gusto dulce, por una cuestión de educación, primero, y segundo porque en Singapur no existe ninguna de las enfermedades que sí hay en los otros países de la región. Singapur es una gran mezcla. Las publicidades, los nombres de calles y edificios, los carteles, están escritos en inglés. Los diarios principales también, aunque cada comunidad tiene los suyos. Y cada colectividad aporta sus dialectos; los chinos, teochew, hakke, cantonés; los indios, sikh, gujarati; pero los principales son el malayo y el tamil, hablado por el 80 por ciento de los indios. La ciudad cuenta con un magnífico jardín botánico que ofrece, además, un jardín de orquídeas único en el mundo, con más de 60.000 especies. Una curiosidad: algunas de esas orquídeas han sido rebautizadas con motivo de la visita de algún jefe de Estado extranjero; hay una orquídea Margaret Thatcher, una Eduardo Frei y también una Nelson Mandela.